La contemplación individual frente a la solidaridad universal. Esta dicotomía en la que nos movemos muchos desde hace algunos meses, me ha llevado a cuestionar el simple hecho del ser. Pero, ¿qué es el ser? ¿Es un acto físico, una idea, una emoción? El quién, el qué y el cómo de acciones y pensamientos. Estos que afectan el orden natural de las cosas y, al mismo tiempo, entablan conexiones energéticas con otros, y determinan mi entendimiento del mundo que me rodea desde un punto de vista formal.
Hace poco terminé de leer “An individual note of music, sounds and electronics” de Daphne Oram. Sí, una vez más, se trata de un ensayo en el que intento discernir mis propias preocupaciones existenciales con el trabajo y la música de una compositora avant-garde. Ha sido una experiencia grandiosa leerla porque Daphne Oram logra crear hermosas analogías entre el ser y la música para explicar la individualidad. Nuestra esencia es entendida como patrones de ondas, y nuestra forma de ser y tratar cualquier impulso es similar a las modulaciones, el feedback y los filtros en la música.
Armonía intraindividual
Si integramos nuestra individualidad de manera armónica, según Daphne Oram, podemos ser capaces de crear una resonancia positiva. Sin embargo, no siempre los factores externos, o nuestros procesos interiores, son capaces de intermodularse. Es similar al desbalance químico y psicológico de los que vivimos con depresión y ansiedad. Es como un ruido ensordecedor, un silbido detrás de tu cabeza, que enturbia tu visión de la realidad. El ruido blanco, al igual que la luz blanca, contiene todas las frecuencias del espectro sonoro al mismo tiempo. La sensación física de estar en estados depresivos es como vivir en perpetuo ruido blanco.
Otro aspecto que nos hace individuos únicos es la capacidad de “ver más allá”. Pero, ¿qué es el más allá? ¿Se trata de un estado metafísico? Martin Heidegger habla de que “la temporalidad se temporaliza como un futuro que se hace presente en el proceso de haber sido”. Es una constante de ensayo y error. Posibilidades que son infinitas en sí mismas. La conciencia es un ente que aprende constantemente y se adapta. Algunos aspectos crecen, otros cambian o decaen hasta desaparecer. “La conciencia no puede pasar por el mismo estado dos veces”, afirma Bergson.
Asimismo, nuestras regiones de resonancia están en constante desarrollo. Nuestra conciencia debe elevarse para que podamos ser capaces de afirmar nuestra individualidad. Es como aprender por primera vez. Entiéndase como cualquier proceso primitivo. La capacidad de comprender estará limitada por el nivel de conciencia. Volviendo a Heidegger, “Sólo el que verdaderamente entiende puede escuchar”. Por eso, en muchas ocasiones, ciertas temporalidades y relaciones desaparecen porque no existimos en el mismo nivel de resonancia. Porque en vez de ser armónicos, producimos feedback.
El instrumento vital
Imagina tu cuerpo y tu conciencia como un instrumento con circuitos capaces de controlar volumen, disonancia, de balancearse acorde a las circunstancias. Hoy recibes un estímulo que mañana será insuficiente. Es complejo pensarlo porque hemos aprendido a entender la vida desde absolutos. No hay espacio para la aleatoriedad. Sin embargo, somos cuerpos maleables capaces de reconfigurar nuestros propios patrones de ondas. Aunque únicos, su forma y sonoridad coexisten con una gran variedad de catalizadores.
Ahora, apliquemos este mismo argumento a patrones y conceptos aprendidos (somos capaces de desaprender, de reconfigurar nuestro cerebro). También podemos controlar y modificar la forma en que ciertos estímulos nos afectan. Usemos el ejemplo de un impulso eléctrico en un modular modificado por envolventes, filtros y controladores de onda. Lo que percibimos de este proceso depende de nuestros niveles de conciencia, estado de ánimo, elementos externos. Incluso el nivel de distorsión que nuestros propios oídos pueden producir.
Maryanne Amacher dijo: “[Mis audiencias] descubren que están produciendo una dimensión tonal de la música que interactúa melódica, rítmica y espacialmente con los tonos de la habitación. Los tonos “bailan” en el espacio inmediato de su cuerpo, a su alrededor como una envoltura sónica. Estos tonos virtuales son un aspecto físico natural y muy real de la percepción auditiva, similar a la fusión de dos imágenes que resultan en una imagen tridimensional. Esta música es producida por el oyente.”
Modulando tu conciencia
Son como procesos metafísicos, neurológicos y espirituales de conexión con lo otro, con el otro. Así como sentir un déjà vu. Un instrumento afinado, un ser energéticamente estable, un oído que interactúa con los sonidos del entorno, serán capaces de recibir y reproducir estímulos igualmente armónicos.
En uno de los capítulos finales, Daphne Oram afirma: ”¿Podría la individualidad ser vista como la fuerza igual y opuesta que equilibra la entropía? ¿Podría el mundo ser una pulsación interminable de energía que se forma en la individualidad, luego se disemina por la entropía, solo para refinarse en una nueva individualidad?
Si la individualidad se ha desarrollado al máximo, este célebre patrón de ondas será de gran importancia, tendrá sonoridad. Tendrá una riqueza de matices, envolviendo una amplia gama de armónicos. Cuando se transmite tal patrón de onda, seguramente creará resonancia en muchos circuitos sintonizados.”
Desde hace varios meses mi resonancia sigue vibrando a su propio ritmo. He dejado atrás procesos y relaciones con las que no consigo tener armonía. Ahora, sólo generan feedback. Incluso la caja que contiene mi instrumento vital se me hace asfixiante. Creo que estoy en el medio de un proceso de diseminación. Quizás la incomodidad deba traducirse, como dice Daphne, en que esta “pulsación interminable de energía” está refinando mi nueva individualidad.
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Daphne Oram es una de las compositoras británicas más importantes del siglo XX y pionera de la música concreta. Además de ser la primera compositora en producir un sonido electrónico, también fue la primera en crear y dirigir su propio estudio de música y creadora de Oramics, técnica para crear sonidos electrónicos, además de construir el primer instrumento de música electrónica.
Maryanne Amacher, compositora avant-garde y artista sonora. Fue conocida por investigar y trabajar ampliamente con fenómenos psicoacústicos o “sonidos fantasmas” también conocidos como productos de distorsión auditiva, en los que las orejas mismas producen sonido audible, así como percepción, espacialización sonora, inteligencia creativa y arquitectura aural.
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